José María Sanz, LOQUILLO
UNA CRÓNICA URBANA DE ROCK EN TIEMPOS REVUELTOS (2010)
3ª Parte
Callejeando por Barcelona aprendo dónde se puede vacilar y dónde te pueden romper la cara.
Pateamos las Ramblas buscando algo que nunca encontramos.
La cosa es estar.
Las Ramblas sigue sumando, ahora son los exiliados chilenos, argentinos y uruguayos, que cada vez en mayor número pasan a formar parte del paisaje urbano; la solidaridad reina entre ellos y nosotros descubrimos la realidad latinoamericana marcada por la dictadura militar de turno.
Los anarquistas disfrutan lanzando tomates a las puertas del Gran Teatro del Liceo y provocando a los burgueses, que con sus mejores galas asisten al ritual de la ópera.
El café que da frente al teatro es lugar de paso obligatorio, siempre hay una nube de humo sobrevolando por encima de los habituales.
Yo no me acabo de fiar, demasiados tipos sonriéndome, y es que no se cortan un pelo, me pongo rojo y al mismo tiempo me cabreo, pero termino por sonreír, el núcleo duro del movimiento gay, con Ocaña al frente, se cita en el Café de la ópera, nosotros no.
La esquina Pelayo-Ramblas es nuestro Check Point Charlie: junto a la salida del metro de plaza Cataluña, lo que facilita las cosas, esa misma salida conecta a su vez con la Avenida de la Luz.
La Avenida de la Luz fue la primera galería comercial de Barcelona, inaugurada en 1940, treinta años después se ha convertido en un bulevar subterráneo de tiendas en decadencia donde puede pasarte de todo, su acceso se confunde con el que conecta con la línea de ferrocarriles que atraviesa el Tibidabo.
La sensación es de entrar en otra realidad, un Shangai-La urbano.
La Avenida de la Luz es un desierto metropolitano de dos mil metros cuadrados con vida propia, un mundo de neones y columnas jónicas coronadas por un vetusto cine de programa doble que transmite una soledad inquietante. Los chaperos convierten el cine y sus aledaños en lugar de encuentro.
Para nosotros es un lugar perfecto.
Entre distribuidores de máquinas de coser y telares se esconde una tienda dedicada al cine donde se encuentran carteles, afiches, material de coleccionista y una variada selección de fotos de actores de todos los tiempos; colecciono pequeñas postales de época autografiadas de mis iconos femeninos, es lo mejor que puedo hacer mientras el resto espera en la calle sentado en la barandilla de la esquina buscando problemas. Justo enfrente una cafetería da la cobertura de cervezas suficiente, o también puedes bajar las escaleras que conducen a Georgia, donde Emilio, el pincha, siempre tiene a punto una sesión de r’n’r que compartimos con los marines norteamericanos y las chicas que los acompañan. (…)
Article aportat per VEI
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