divendres, 5 de juny del 2009

DE NOCHE CON

Con el mar al lado, barcos y chiringuitos ofrecen su mejor oferta, luchando contra climatología, clientela, competencias y también horarios
Mirando al mar
JOSEP SANDOVAL - 05/07/2008
Mirando al mar, soñé. Soñé en M una ciudad prodigiosa, en realidad de un solo prodigio, los Juegos Olímpicos. Una urbe aventurera que se miró en el mar y lo abrió para todos, porque, al parecer, las aguas estaban cerradas. Pero no hubo más aventura que la fantasía que proporcionó la competición deportiva, y del mismo modo que los edificios se van pudriendo después de una feria por inutilidad manifiesta, el mar se quedó abierto... a todo tipo de problemas. Las aguas, de calidad variable según jornadas, son disfrute relativo durante el día, en la noche apenas queda la espuma y la nada. Un paseo después de la cena, con el ánimo de tomar alguna copa sobre la arena, remedio casero a la carencia de vacación, nos advirtió de ello. En la misma playa de la Barceloneta, a las once y media de un lunes los chiringuitos estaban cerrados. El 30 de junio, con el termómetro a reventar, las sillas ya estaban recogidas con las luces de emergencia.

Goa, El Chiringuito, Princesa 23. Recogidos a esa hora y en plena temporada, incomprensible pero cierto. Imagino que el ruido es el problema. Pero grupos de jóvenes alborotan sobre la arena y el paseo, porque no hay toque de queda, aún. Ya no tienen luz, porque deben apagarla media hora antes de medianoche. Y no pueden tenerla de colores, porque gastan más y porque deben ser todos iguales. Como las terrazas del paseo Joan de Borbó, con toldos a rayas (ahí pueden elegir entre blancas y azules o blancas y verdes) y unos cierres, espantosos, que vayan a saber dónde tienen que comprarlos, porque salen todos del mismo sitio. ¿Dónde está la creatividad y el disseny? ¿Dónde recalaron Mariscal y Peret y el mundo del diseño catalán? Por cierto, todo el paseo igual, menos la terraza del hotel 54, que a este paso tampoco la tendrá este verano, y serán ya dos perdiendo dinero. Pero qué más da, ¿no? El 54, un establecimiento privilegiado con una triste historia que incluye el asesinato de uno de los tres primeros socios (el 10 de diciembre del año pasado), un crimen que sigue sin resolverse. Nuestra protección estriba en que han multiplicado los puestos para denunciar los incidentes, pero no hay que engañarse, la solución estriba en evitar que se produzcan. Y ahí si que cada día estamos peor. Si quieren comprobarlo, colóquense en la comisaría de al lado del Liceu y verán que cada minuto, o minuto y medio, entra un turista y no precisamente a pedir información.

Más allá de la Barceloneta está la Nova Icària. Y allí los establecimientos pueden cerrar a la una. Pero a la una en punto, que estuvimos en los cierres. La queja allí se prolonga en los restaurantes que hay en el paseo, de horario tipo supermercado pakistaní (o similar) en zonas de la Barcelona sur, es decir, ad líbitum. Dokers, Inercia, Chiringuito Pachá, Vai

El 'Luz de Gas' y el 'Constanza', dos aventuras náuticas con copa y cena sin salir de puerto
Moana. En los dos últimos pasan vídeos musicales. El ambiente es agradable y tranquilo, palabra. Los precios, correctos, pero falla el ánimo saber que tienes que irte a la una. En punto. Y fastidia tener horario municipal incluso en vacaciones. Más allá han abierto La Botellita del Mar, pero me dicen al teléfono que hoy, que es lunes, cierran a las once. Imagino que hay más locales, en el Fòrum, claro. Pero me queda demasiado lejos. Y no voy en coche oficial sino en taxi. Y me preocupa la vuelta, por la tarifa y el horario, porque seguro que allí pueden cerrar aún más tarde, cuanto más lejos del centro, mejor. Así que me vuelvo al puerto.

Y recalo en un remanso de paz, el barco de Luz de Gas, frente al Palau de Mar. Es un espacio único, donde reina la amabilidad y la paz, algo que ya descubrimos en los espacios sobre la arena. Pero en el barco es diferente. Tal vez sea que me apasiona la idea de embarcar aunque sea para no moverme de sitio. Allí se dispara la idea de partir en busca de todos horizontes que prometieron en día. Pero sé que no me voy a mover del lugar. Aunque es tal la sensación de agrado que se disfruta en el Luz de Gas que incluso apetece no salir de puerto. Es el momento en que los olores cercanos son de bogavante y no de fritanga, el salitre es baño de sales y la amenaza de lluvia, agradecida plaga celestial. No es de extrañar que detrás de todo esto se halle la mano de Fede Sardá y Fernando Vila, artífices de la disco que bautiza asimismo el navío. Y no sólo el buque conocido, sino también del vecino Constanza,ahora en manos de Sardá, que lo ha decorado y puesto a punto con habilidad marinera. El barco se alquila para fiestas, no para orgías, tampoco sale de puerto y es espacio delicioso para eventos personalizados. Y con anécdota: tuvieron problemas con la autoridad pertinente porque, según ellos, la altura interior no era la adecuada a un servicio, cuando el barco cumple las más estrictas normas de navegación, pesas, medidas y monedas. Ni siquiera se ponen de acuerdo entre ellos, ¿es el fastidio al inversor la solución al problema? Pues deberían saber que tras la aparente frivolidad de lo que pueda suponer tener negocios lúdicos, Sardá esconde una de las mejores intenciones que hemos conocido. A las sesiones domingueras dedicadas a los disminuidos psíquicos de la sala B de Luz de Gas, y las puntuales fiestas a beneficio de la institución del Padre Manel, Fede maneja ahora un sobresueldo como dj, unos beneficios que van a parar íntegros a la infancia desvalida. Sólo falta que, una vez conocido este dato tenga que cotizar por esta aportación privada a algo que debería ser responsabilidad pública. Vamos, que es mejor sentarse frente al mar, soñando en lo que pudo ser y no fue. Y que ojalá sea.

Aportat per VEI

dimecres, 3 de juny del 2009

diumenge, 31 de maig del 2009

Coros Barceloneta 2009 (A.C.H Els Afortunats) 2 parte

Coros Barceloneta 09 (A.C.H Els Afortunats)

Adiós a la playa nudista

DESDE hace más de 25 años que practico el nudismo playero, también mal llamado naturismo y hasta «desnudismo», como escuché una vez en la playa. El tema me viene de familia, y al descubrir que en mi propia ciudad podía hacerlo sin problemas (en mi Chile de origen estaba penado por la ley), más me enamoré en su momento de esta Barcelona moderna y tolerante.
Pero ahora se me acabó el chollo. Durante más de una década, el final (o el comienzo, según se mire) de la playa de San Sebastián, en la Barceloneta, los nudistas encontramos un lugar para disfrutar del mar tal y como Dios nos puso en el mundo. Sin lugar a dudas esa playa era de un indudable atractivo: esporádicos mirones no faltaban, pero eran los menos y poco importaba, ya que los usuarios del lugar nos concentrábamos en nuestra placentera actitud. La verdad es que el personal era de lo más variopinto; desde familias con niños pequeños -pijos, gente corriente, dependientas del mercado- hasta voluptuosos travestis y «guiris» durmiendo la mona, desde músicos de la Orquestra del Liceu hasta directores y actores de cine y teatro... El sol y el mar eran el único reclamo para una heterogénea y silenciosa audiencia.
Durante el invierno el nudismo se esconde bajo el bañador. Hace años que me inscribí en una piscina -que me ha obligado a practicar el traumatólogo, ya que el ordenador ha acabado por fastidiarme ciertas vértebras- que está, precisamente, frente a la que era mi playa. Digo era, porque hasta ese rincón de la ciudad medio abandonado por la civilización han llegado palmeras (hay un jardinero que se ha vuelto rico llenando Barcelona de estos árboles), cemento y turistas de cruceros. La «culpa» la tiene el horrible hotel vela de Ricardo Bofill. Para acceder a ese coloso de vidrio se ha urbanizado completamente ese extremo de la playa con un paseo, luminarias y las dichosas palmeras, que sólo agradecen los miles de periquitos que desde hace unos años conviven con los barceloneses en plena libertad. A los nudistas nos han arrinconado en una playa estrecha, semiescondida, vergonzosa. Un motivo más para el desencanto. Ya no tendremos a la Fernanda ofreciendo a grito pelado «¿quién quiere papas con alioli?» ni a la Violeta intentando vender sus discos de canción andaluza.
Un hotel de lujo como los que hay en cualquier ciudad del mundo se ha llevado por delante uno de los aspectos únicos que tenía Barcelona.

Publicat en el ABC

A.C.H Caballito de Mar y su banda Brincadeira