José María Sanz, LOQUILLO
UNA CRÓNICA URBANA DE ROCK EN TIEMPOS REVUELTOS (2010)
2ª Parte
Rambleando con el Kaki por la Barcelona más canalla todo puede suceder. A la salida del Abra nos pasamos por el Saint Germain o por el Texas, en la plaza Real, donde alternamos con lo mejor de cada casa, aquí todo el mundo vende algo y todos somos estrellas.
Lo más pintoresco se encuentra en el drugstore Liceo, junto al teatro del mismo nombre; todos los personajes de las canciones de Lou Reed o de los madrileños Burning residen en este bulevar de almas perdidas: travestis, putas, macarras, delincuentes, chaperos, toman posesión del local a ciertas horas de la noche, lo hacen suyo.
En su tienda de discos pasamos las horas muertas y disfrutamos del paisaje, y además siempre puedes pillar algo de chocolate al Delegue, ex falangista y homosexual que hace de los bancos situados frente al drugstore su base de operaciones.
Esto son las Ramblas, amigo.
Barcelona es la envidia del país.
A ella viajan los que quieren sentirse más cerca de Europa: artistas, cineastas, músicos, feministas y homosexuales, todos juntos crean un lenguaje propio, aquel que tiene que ver con la libertad individual. Las Ramblas lo es todo, se aprende en cada esquina, tienes la sensación de que todo está por inventar.
Descubrir esa Barcelona se convierte en una inyección de adrenalina para mí, eterno adolescente con aspiraciones.
La sala Tabú sigue programando: en los meses siguientes pasan todas las bandas barcelonesas del momento.
El Kaki se convierte en el chico para todo, empapela la ciudad con carteles de la sala y me suelta unos duros por ayudarle, lo justo para pillar un taxi de vuelta a casa cuando el metro ya ha dejado de funcionar.
Pero la alegría dura poco, tras el concierto de la Banda Trapera del Río con striptease de Flowers en el escenario incluido, el dueño cierra Tabú como sala de conciertos y todo vuelve a la normalidad, las chicas a lo suyo y nosotros a lo nuestro.
Se organizan reuniones en el edificio donde el Kaki trabaja rascando y pintando paredes, a espaldas del inquilino; escuchamos con admiración los discos de Johnny Hallyday que no se venden en España.
El Kaki sigue con su lucrativo negocio de discos de importación, viaja a Andorra o Perpiñán para traer las últimas novedades en un servicio puerta a puerta; las más de las veces soy yo quien termina pintando paredes, mientras él negocia el precio con los incautos que se trasladan hasta su lugar de trabajo en una peregrinación sin rumbo definido para adquirir las últimas novedades; en cuanto a mí: pintar paredes es lo que había hecho mi padre al volver de los campos de concentración después de la guerra, me digo. (…)
Article aportat per VEI
UNA CRÓNICA URBANA DE ROCK EN TIEMPOS REVUELTOS (2010)
2ª Parte
Rambleando con el Kaki por la Barcelona más canalla todo puede suceder. A la salida del Abra nos pasamos por el Saint Germain o por el Texas, en la plaza Real, donde alternamos con lo mejor de cada casa, aquí todo el mundo vende algo y todos somos estrellas.
Lo más pintoresco se encuentra en el drugstore Liceo, junto al teatro del mismo nombre; todos los personajes de las canciones de Lou Reed o de los madrileños Burning residen en este bulevar de almas perdidas: travestis, putas, macarras, delincuentes, chaperos, toman posesión del local a ciertas horas de la noche, lo hacen suyo.
En su tienda de discos pasamos las horas muertas y disfrutamos del paisaje, y además siempre puedes pillar algo de chocolate al Delegue, ex falangista y homosexual que hace de los bancos situados frente al drugstore su base de operaciones.
Esto son las Ramblas, amigo.
Barcelona es la envidia del país.
A ella viajan los que quieren sentirse más cerca de Europa: artistas, cineastas, músicos, feministas y homosexuales, todos juntos crean un lenguaje propio, aquel que tiene que ver con la libertad individual. Las Ramblas lo es todo, se aprende en cada esquina, tienes la sensación de que todo está por inventar.
Descubrir esa Barcelona se convierte en una inyección de adrenalina para mí, eterno adolescente con aspiraciones.
La sala Tabú sigue programando: en los meses siguientes pasan todas las bandas barcelonesas del momento.
El Kaki se convierte en el chico para todo, empapela la ciudad con carteles de la sala y me suelta unos duros por ayudarle, lo justo para pillar un taxi de vuelta a casa cuando el metro ya ha dejado de funcionar.
Pero la alegría dura poco, tras el concierto de la Banda Trapera del Río con striptease de Flowers en el escenario incluido, el dueño cierra Tabú como sala de conciertos y todo vuelve a la normalidad, las chicas a lo suyo y nosotros a lo nuestro.
Se organizan reuniones en el edificio donde el Kaki trabaja rascando y pintando paredes, a espaldas del inquilino; escuchamos con admiración los discos de Johnny Hallyday que no se venden en España.
El Kaki sigue con su lucrativo negocio de discos de importación, viaja a Andorra o Perpiñán para traer las últimas novedades en un servicio puerta a puerta; las más de las veces soy yo quien termina pintando paredes, mientras él negocia el precio con los incautos que se trasladan hasta su lugar de trabajo en una peregrinación sin rumbo definido para adquirir las últimas novedades; en cuanto a mí: pintar paredes es lo que había hecho mi padre al volver de los campos de concentración después de la guerra, me digo. (…)
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