Leo el brillante texto que ha escrito Javier Blánquez en el libro colectivo "Odio BCN", editado recientemente por Melusina, y me río a gusto con su hilarante juego quevediano criticando la estúpida permisividad de lo políticamente correcto en Barcelona. Es, con diferencia, el capítulo que más aporta en una compilación de escritos generalmente ajenos a lo que promete el título, balas de fogueo entre la pretenciosidad egopedante y la indolencia egotonta.
"De este rebaño no tira cabestro" se llama el mordaz alegato de Blánquez contra los vividores y guarros que han hecho del centro de BCN la pocilga y el corral en que se ha convertido con la aquiescencia de casi todos, niñatos consentidos viviendo su sueño adolescente, turistas de baja estofa con coeficiente plano, inmigrantes con costumbres del medievo y nulas ganas de dejarlas atrás, educadores fracasados y políticos cobardes. Me ha divertido y me ha conmovido su valentía para denunciar lo que nadie se atreve a decir en determinados círculos "cool" y, sobre todo, progres con complejo de Teresa de Calcuta.
Definitivamente, estoy en contra del buenismo que todo lo dificulta. Me harta la gente tonto-buena que hace que el mundo sea un lugar peor. No estoy en contra de la bondad, por supuesto, pero sí del mal uso que se hace de ella a todos los niveles. Del sentimentalismo de la bondad, de la inoperancia de los que permiten que se haga lo que sea sólo por no incomodar a alguien. De los pusilánimes que no levantarán la voz en contra de nada; a quienes todo les parecerá bien, y si no, harán ver que así es para no causar problemas a los demás, ni tan siquiera, sobre todo, a ellos mismos. De la hipocresía de los paños calientes, de los que opinan siempre bien de todo y de todos, de los que no protestan nunca. De los que confunden buena educación con no ejercer su función de humanos librepensadores, de los tibios que nunca se morirán ni de frío ni de calor. De los benditos tontos por no enfrentarse a los malditos listos que han hecho de este mundo lo que es. De los que no saben qué decir hasta que otros más indecentes han abierto la boca antes. De los que valoran la comodidad del dejar hacer, dejar pasar.
Barcelona es sólo un ejemplo del nivel de desgaste al que se ha llegado en las grandes ciudades con la sistemática complicidad de ésos que, con malas formas y mucha cara dura, quieren permitírselo todo a costa de los demás. Es lo que sugiere y critica con gracia nerviosa y eficacia rabiosa Blánquez en su texto.
Aplausos, Javier.
Aplausos, Javier.
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1 comentari:
Entre otras prácticas -totalmente de acuerdo con las opiniones del artículo-, no tenemos en cuenta un fenómeno tan nocivo como los descritos en el texto. En este país se hace turismo sanitario, sobre todo en las zonas costeras turísticas peninsulares e insulares, es tan cierto como que mi cuñado es médico y en el hospital donde trabaja se ha producido una intervención quirúrgica de un señor integrante de un matrimonio inglés, que curiosamente son vecinos de mis suegros en la zona donde veranean.
Cuando se le dio el alta hospitalaria en septiembre estos señores se marcharon a su país tan ricamente no sin darnos las gracias por todo a los españoles. ¿Para cuándo vamos a dejar ese complejo de inferioridad tan ancestral? Parece que nos da miedo reconocer que esto está pasando. Llegará un momento en el que las cuentas del Estado no cuadren, pero ya será demasiado tarde para lamentarnos.
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