diumenge, 14 de setembre del 2008

LA BARCELONETA PROMETIDA

La promesa es una de las herramientas retóricas más frecuentes recurrentes e importantes para los políticos. Con ella construyen la imagen de futuro que literalmente nos venden. Con las promesas dibujan aquello que queremos poder ver/tener en el futuro, ese cambio en positivo que esperamos que nos brinden. La promesa juega con la ilusión, al igual que con los miedos, las esperanzas y las necesidades. Cuando nos prometen que algo será de una determinada manera, que se hará un barrio para los vecinos, están apelando a nuestro sentimiento de pertenencia al barrio, se dirigen directamente a mí, a ti (yo sé, tú sabes que formas parte del barrio, por lo tanto, un barrio para los vecinos es un barrio tanto para mí, como para ti). Y esa promesa en positivo niega a la vez su contraparte: si el barrio será para los vecinos, no podrá serlo para las inmobiliarias, no podrá serlo para el turismo masificado, ni para un comercio de lujo inalcanzable para ti y para mí. Y será también un barrio en el que habrá aquello que necesito.

La promesa tiene forma de triángulo ambivalente: la promesa va ligada a una imagen futura, se contrapone -o incluso, anestesia- la realidad actual, y, por último, se construye sobre la esperanza, sobre nuestra necesidad de creer (al menos un poquito). Y, por último, lo que no hace la promesa (la de los políticos) es incluir qué posibilidades fácticas hay para poder cumplirla: la promesa obvia, esconde, la realidad actual en la que se realiza. Aquí se añade un elemento tan maquiavélico, como ineludible en la situación actual: se cuenta desde el principio con que la memoria colectiva e individual no puede retener todo aquello que se prometió y en qué momento, de manera que cuando la promesa se incumpla, siempre se podrá dar una justificación realista y creíble. Un buen ejemplo sería a construcción de vivienda social en el Paseo Joan de Borbó 11: la promesa de que ahí se construiría vivienda social se hizo el mismo día en que el colectivo Miles de Viviendas había reokupado la antigua caserna abandonada durante ocho años, y con el ayuntamiento siendo plenamente consciente de las condiciones en las que el Puerto llevaría a cabo el derribo. El supuesto motivo por el que el solar continua vacío criando malvas es que los trámites para conseguir hacer vivienda social son muy lentos. Esa supuesta lentitud burocrática ya existía en el momento en el que se realizó esa promesa, pero, evidentemente, no se mencionó -y seguramente no es el único motivo por el que no hay ahí ya vivienda social-.

Ahora bien, la imagen de La Barceloneta prometida no se ha empezado a construir hasta la llegada de Itziar González. Todas las promesas realizadas por el anterior regidor se hicieron más a la defensiva y con la intención de acallar las voces críticas, que la de con la vender una determinada imagen futura del barrio. En realidad eran respuestas vagas para salir al paso. Pero también hay un motivo para ello, Carles Martí no pretendió en ningún momento informar al barrio de las transformaciones que sufriría (lo que demuestra la poca confianza que el ayuntamiento tenía en el beneficio real que supondría el “plan de los ascensors”), y, por lo tanto, no tenía que prometer nada, porque no había nada que vender. Queda pendiente saber qué prometió a promotores, restauradores y puerto; pero esas promesas nunca se hacen públicas y, más que promesas, son acuerdos, casi contratos económicos. Sin embargo, algo les debió de prometer, ya que en lugares como el Café Royal (bar situado en los bajos del Hotel 54) se pueden oír las quejas de sus dueños por no haberse aplicado aun el “plan de los ascensores” que tenía que modernizar al barrio y, sobre todo, traer a otro tipo de población.

El papel de Carles Martí consistió más bien en asentar las bases para que el futuro del barrio apuntase a una renovación de población y una gentrificación urbana, y ha sido a Itziar González a quien le ha tocado el papel de prometer, de construir una imagen futura del barrio que contrarrestase la cruda realidad que habían creado Carles Martí y sus aliados naturales (los así llamados poderes fácticos). Con él se elaboró y aprobó el “plan de los ascensores”, una vez ya estaba aprobado el proyecto del Hotel Vela, también fue con él con quien se remodeló la plaza de la Repla y se construyó el nuevo mercado, y con él se planeó la construcción de una pasarela que uniera “La Barceloneta” (el Hotel Vela, en realidad) con el Maremàgnum.

Evidentemente, nada de esto fue debidamente comunicado a barrio, y por ello, no fue necesario inventarse una imagen bonita en la que encajaran todas esas piezas de puzzle dadá.

Sin embargo, no podemos acabar sin enumerar las promesas de este regidor que aun están pendientes de un hilo o han sido incumplidas: la ya mencionada construcción de vivienda social en el solar de Miles, la creación de una comisión de seguimiento del “plan” -se entiende aquí que al no tener fecha de inicio ni de fin dicho “plan”, las restricciones de contratos, el mobbing, la subida desorbitada de los alquileres, así como la desaparición paulatina del comercio de cercanía y la aparición de un comercio literalmente pijo son ya consecuencias de un “plan” que será ejecutado por y, por lo tanto, beneficiará sólo al capital privado-, la revisión del catálogo y de los edificios del barrio incluidos en él, la recepción de ayudas para no ser expulsado por no poder pagar la reforma (hasta ahora sólo contamos con el enunciado “se darán ayudas”, esto, obviamente, está vacío de significado), la promesa de que el “plan” se explicaría al barrio -promesa que Itziar G. ha reiterado, pero también incumplido en diferentes ocasiones-... Hasta el momento, el único compromiso asumido y cumplido es la inclusión de La Barceloneta en la llei de barris. Sin embargo, esta era la más resbaladiza,ya que el proyecto de la llei de barris puede actuar como caramelo de distracción para la crítica vecinal, a la vez que encarecer aun más las condiciones de vida de los vecinos. Es, en definitiva, un arma de doble filo, y, como sabemos, el Ayuntamiento acostumbra a usar estas armas de no con el filo de la función social, sino con el del beneficio económico.

Y es esta llei de barris la que constituye la imagen central del cuadro que la actual Regidora está dibujando para vendernos a los vecinos La Barceloneta prometida. Esa que nunca llega y siempre está por llegar. Esa que nunca tiene en cuenta las necesidades cotidianas de los vecinos del barrio, el apetito voraz de las inmobiliarias y la incompatibilidad de los intereses del puerto en el barrio con la mejora real de la calidad de vida de los actuales vecinos.

Este artículo es sólo la primera parte. En el próximo número se analizarán las promesas efectuadas por la regidora y la imagen futura del barrio que nos está vendiendo en contraposición a las promesas que se han (in)cumplido y la realidad que se vive cotidianamente en el barrio


publicat en el Masala