dijous, 10 de juliol del 2008

Hotel Vela, especulación, llei de barris y “plan de los ascensores”: sumas que restan.


¿Puede el Hotel Vela sumar para el barrio de La Barceloneta? A pesar de la sarcástica reivindicación del “hotel Vela pá las abuelas”, difícilmente se conseguirá que ese “emblema de la gentrificación” se convierta en una residencia de ancianas/os, y lo que parece más bien, es que contribuirá generosamente a convertir La Barceloneta en un barrio-temático lleno de turistas y vaciado de vecinos. En el cual, probablemente se podrá encontrar trabajo de camarero, de limpia apartamentos turísticos, de vendedor/a ambulante de mapas de la ciudad y de poco más. Con esto no se quiere decir que no sean oficios muy dignos (lo son), sino que se trata de subrayar que obligar a un barrio a depender económicamente del turismo es muy peligroso, al mismo tiempo que “turistificar” un barrio (véase el gótico) hace que los precios de los productos básicos cada vez sean más caros e inaccesibles. Los turistas que desembarquen de sus cruceros en el Hotel Vela, vendrán en riada a un barrio completamente desprotegido frente a los efectos que esto puede suponer.

Como dice J. M. Montaner[1] sobre el Hotel Vela, “tal mamotreto, fuera de escala y de contexto, chupando de las infraestructuras, aprovechándose de los desagües y colapsando los accesos del barrio, es un nefasto símbolo de la Barcelona neoliberal, vendida a la industria turística y a los intereses inmobiliarios.” Y el problema es que el Hotel Vela no viene solo, trae compañía, y de las malas. No me refiero con ello (o no sólo) a la protección que recibe por parte del Puerto, que ha plasmado en ese edificio sus intereses económicos y mostrado qué precio tiene que pagar La Barceloneta por la dependencia económica y laboral de sus habitantes con respecto a los dominios de la Autoridad Portuaria*. Sino que me refiero a la mamá especulación, que ha dado a luz en el barrio al ya conocido “plan de los ascensores”, al que seguramente la llei de barris hará de cordón umbilical. Esta llei de barris, que, como se ha visto en su proceso de elaboración, promueve una participación vecinal de contenedor, incluye muchas actuaciones. Algunas de ellas, tienen el absurdo objetivo de generar y fortalecer lazos sociales en un barrio en el que aun “todo” el mundo se conoce y que ha tenido (y tiene) redes de solidaridad muy amplias y fuerte; sin embargo, más allá de que el Ayuntamiento tenga que ir al barrio a aleccionar sobre algo que lleva décadas haciéndose y gastar dinero público para ello, esto no tiene por qué ser peligroso. Pero sí que lo pueden ser (y lo serán) las actuaciones que tienen que ver con la “mejora” del espacio público y edificios. ¿Qué especulador no sueña con invertir en un barrio, en el que el Ayuntamiento le arregla las calles y se las pone bonitas, el puerto le coloca un hotel de lujo a pocos metros y la Generalitat y el Ayuntamiento le brindan la posibilidad de echar a los vecinos de renta antigua de manera legal con una herramienta tan inamovible como un plan urbanístico (o una MPGM)?

De todas maneras, esto no debe malinterpretarse: no se trata de que no se mejore el barrio (calles, equipamientos, plazas, fincas, movilidad...); sino de para quién se mejora. Hay ocasiones en las que las mejoras del espacio público benefician a los vecinos a la vez que continuan mejorando las expectativas de inversión para los especuladores. Sin embargo, parece que esta vez el Ayuntamiento ha adjudicado ya el ganador de ese para quién: el mejor postor. Y el perdedor viene dado de por sí: el vecino. Nada sorprendente si vemos qué impacto social han tenido la mayoría de intervenciones realizadas por el consistorio municipal en los últimos años. El barrio, por seguir con la metáfora, está siendo inundado por un turismo-souvenir completamente masificado que va colonizando poco a poco los espacios que conforman nuestra vida cotidiana (desde el Passeig, hasta las propias casas) y, como dice Víctor Gómez Pin sobre Venecia, el “desahucio espiritual [es] correlativo a menudo de desahucios empíricos. Pues los nacidos en Venecia (y que trabajan en ella) se ven hoy obligados a vivir en Mestre, como muchos de los que vivían en centros históricos de Barcelona, Sevilla o Dijon constataban que su degradado barrio se remodelaba... a la par que sus posibilidades de seguir habitándolo menguaban.” [2] Resulta sorprendente (o indignante) que el Ayuntamiento, conociendo las experiencias de otras ciudades siga intentando vendernos que lo hace por nuestro bien. Como si fuéramos niños huérfanos a los que consolar porque han perdido un caramelo. Pero en este caso no se trata de perder un caramelo, sino los hogares, el barrio como barrio (y no como mera extensión de tierra). Esto no se debe a un despiste de los vecinos, sino a la voluntad explícita de la administración que ha permitido que La Barceloneta tenga a un lado el Hotel Arts y al otro el Hotel Vela, que dentro del barrio proliferen cada vez más los apartamentos turísticos y que los vecinos seamos sólo un número más que hay que hacer cuadrar en las operaciones urbanísticas e inmobiliarias.

No es casualidad que el hotel Vela se inaugure el mismo año en que en La Barceloneta comenzará la llei de barris, y en que se ha prometido que empezarán las obras de Rodalíes Renfe para realojar (¡en 120 pisos!) a los más de 4000 afectados que provocará el “plan de los ascensores” (sin contar a los que ya están marchando, víctimas de la especulación). Pero, a pesar de esta correlación de hechos alarmante, no hay por qué asustarse; mientras tanto, todos los vecinos, o los pocos que queden, estarán entretenidos con el caramelo rancio del “Taller Barceloneta” -proyecto estrella de la llei de barris de La Barceloneta, una estructura conformada por tres contenedores que servirá de esplai vecinal de la participación- decidiendo si quieren que en la plaza haya un banco más, o es mejor que haya uno menos, porque ya no queda nadie que los use. Está claro que el proyecto de la llei de barris se ha redactado parafraseando el refrán popular de “sarna con gusto no pica” y convirtiéndolo en “expulsión gota a gota con sucedáneo de participación no pica”.

Así pues, si se mira el contexto y la voluntad política manifestada, en La Barceloneta la operación matemático-urbanísticamente queda así: proyecto de la nueva Bocana + el Hotel Vela + el “plan de los ascensores” con sus PMUs (plans de millora urbana) + una llei de barris = una suma que sólo da como resultado menos vecinos y cero barrio.


* Aquí la crítica va dirigida a la política económica del Puerto y a sus intereses inmobiliarios y económicos. ¡Ojo! No se pretende en ningún caso criticar a las personas que trabajan en el Puerto y viven de ese trabajo.

[1] http://www.elpais.com/articulo/cataluna/Intervenciones/neoliberales/Barceloneta/elpepiespcat/20080614elpcat_2/Tes/
[2] http://www.elpais.com/articulo/opinion/modelo/Venecia/elpepuopi/20080321elpepiopi_4/Tes

Escrit pel masala juliol- agost 2008

3 comentaris:

Anònim ha dit...

Un piso con inquilino sale hasta un 35% más barato

Hay empresas que reforman edificios en los que viven ancianos que tienen contratos de renta antigua. Lo plantean como una inversión a medio plazo.
El precio de los pisos sigue siendo inaccesible para muchos, pero ya hay fórmulas que permiten abaratar la vivienda hasta un 35% sobre su precio de mercado. Eso sí, hay que comprarla con inquilino incluido y, en la mayoría de los casos, esperar a que éste fallezca para usar el inmueble.

Esta fórmula está muy extendida en Madrid y Barcelona. Compran el edificio entero en el que viven ancianos que pagan un alquiler muy bajo por ser de renta antigua, rehabilitan las zonas comunes, instalan ascensor, gas, etc., y lo sacan a la venta.

«Primero se lo ofrecemos al inquilino y si no lo quiere comprar, lo sacamos a la venta», explica Javier Alcázar, responsable de Restaura. La empresa asegura velar por los intereses de los inquilinos y no venden el piso a alguien que pretenda echar al anciano a la calle. «Es un producto dirigido a inversores principalmente porque el precio es muy bajo si tenemos en cuenta el mercado actual», afirma Alcázar.

Para establecer el precio del piso se hace una valoración del inmueble como si estuviera vacío y después se tiene en cuenta la edad de los inquilinos: a mayor edad, más caro resulta el piso y viceversa. También influye el plazo de duración del contrato de alquiler, aunque la mayoría son indefinidos.

El propietario del piso siempre acepta vender, aunque sea a bajo precio, porque le sale más rentable que seguir con los arrendatarios de renta antigua, con alquileres que rondan los 20 euros al mes para toda la vida.

La empresa plantea la compra como una inversión a medio plazo. Cuando fallezca el inquilino, el piso será del comprador y se habrá revalorizado con el paso de los años.

Juicio con el inquilino

Se intenta evitar que el inquilino acabe en la calle, pero la ley contempla que los particulares que compran el piso pueden reclamar a la justicia la finalización del contrato de alquiler.

Si demuestran que necesitan la vivienda para vivir, pueden deshacerse del arrendatario. Sin embargo, no todos los contratos contemplan esta excepción y los procesos judiciales de este tipo son muy largos, de hasta un año, y pueden acabar dando la razón al inquilino, por lo que no merece la pena arriesgarse y es mejor esperar, según los expertos.


La hipoteca inversa para los mayores

Las principales cajas de ahorro (CAI e Ibercaja) ofrecen a los ancianos hipotecas inversas, una especie de cuenta de crédito que permite a una persona mayor recibir una cantidad mensual a un interés fijo con su vivienda como garantía. De momento no hay mucha demanda por la falta de información.

Anònim ha dit...

Sí, por ejemplo, pvbcn es una empresa que anuncia esto mismo en su web, y que, por cierto, tiene unos cuantos pisos en el barrio.

Anònim ha dit...

ups, el link:
http://www.pvbcn.com/texto.php?codi=42