(POR BÀRBARA JULBE)
AGRICULTORES DE LA PROVINCIA DE GIRONA DENUNCIAN EL ASEDIO AL QUE SE VEN SOMETIDOS ALGUNOS PROPIETARIOS
"Es cinta aislante para los cencerros de mis yeguas", describe Joan Moret, un ganadero que desde hace tiempo vive en Camprodon. Durante la mayor parte del año deja pastar por las montañas pirenaicas a sus más de ochenta potras, pero en época de cría junta unas cuantas en su establo para que puedan dar a luz bien recogidas. "El proceso dura unos quince días, y durante ese período los vecinos que vienen los fines de semana a su segunda residencia se quejan de que el ruido de las esquilas no les deja dormir por las noches", explica Joan Moret. "Por eso me veo obligado a utilizar cinta aislante", indica.
El sindicato Joves Agricultors i Ramaders de Catalunya (JARC) asegura que este tipo de quejas que asedian a los payeses no son esporádicas sino que constituyen un "fenómeno creciente" en toda la provincia de Girona al que denominan: mobbing rural. En total, se ha detectado una treintena de casos que el sindicato agrícola no descarta llevar a los tribunales si se agravan.
Otro ejemplo de esta práctica se encuentra en Vilademuls, en la comarca del Pla de l'Estany, donde un vecino de Barcelona propietario de la masía Cal Moresc fue más allá de las protestas verbales y decidió poner fin a sus pesadillas mandando una carta al Ayuntamiento. En ella se quejaba del canto "insoportable" que hace el gallo de su vecino. "El animal cacarea desde las 3 de la madrugada hasta las 6 de la mañana", explica su hija María Ferrer. "No se puede dormir y tenemos que cerrarlo todo para no oírlo. Parece una tontería, pero no lo es", asegura. En la misiva, critican también las condiciones insalubres en que el ganadero tiene a distintos animales que cría para el consumo propio.
La alcaldesa del municipio, Dolors Rovirola (CIU), alega, sin embargo, que "el informe que se encargó al veterinario comarcal concluye que el estado del cortijo y de las bestias es satisfactorio y que la actividad es totalmente inocua". Insatisfecho con esta resolución, el denunciante ha decidido llevar el caso al Síndic de Greuges.
Rovirola lamenta que en muchas ocasiones "los campesinos son víctimas de actitudes hostiles por parte de sus propios vecinos provenientes mayoritariamente de las grandes ciudades o sus áreas metropolitanas, gente que piensa que al vivir en el campo todo son ventajas, pero al cabo de un tiempo descubre que los purines no hacen buen olor, que los gallos cantan de madrugada y que los tractores hacen ruido y van lentos". Rovirola añade que en otras ocasiones "el crecimiento urbanístico de los pueblos ha ido acercando casas al lado de las granjas y eso hace difícil la convivencia".
Es el caso de Toni Fajula, un campesino de Campdevànol, en la comarca del Ripollès, que en los años setenta construyó su granja, por aquel entonces a un kilómetro del pueblo, y que en los noventa resultaba estar unida a él. Aunque ha superado la licencia de ITV medioambiental que concede el Departament de Medi Ambient, el Ayuntamiento, que es quien tiene la última palabra en este caso, le ha denegado el permiso de actividad alegando motivos urbanísticos.
La alcaldesa, la socialista Núria López, asegura que "el Ayuntamiento ha actuado de acuerdo con la normativa y que no se puede legalizar una actividad ganadera en el núcleo urbano del pueblo". Además, la alcaldesa añade que "el juez nos ha dado la razón en la demanda que nos interpuso el mismo ganadero". En el plazo de un año, y de mutuo acuerdo con el Consistorio, Toni tiene previsto dejar la granja. Insiste, no obstante, en que el Ayuntamiento se ha visto presionado por las quejas vecinales y asegura que no podrá borrar de su memoria las pancartas con el lema : "Valle de Campdevànol: valle de los Pirineos lleno de moscas y hedor de cerdos".
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