Con la facilidad con la que hacía suya la vida de la gente, Emilia Llorca se había convertido en defensora y depositaria privilegiada de la memoria histórica y reciente de su barrio. Esa memoria, que se encuentra en los acontecimientos y las luchas pero también en el tejido invisible de las formas de hacer y las formas de estar, en las solidaridades y también en las miserias con las que un barrio se construye a sí mismo, es la que ha resistido a la fuerza bruta de los intereses económicos y políticos.
A pesar de su muerte, Emilia junto al resto de vecinos de La Barceloneta ha ganado una batalla política, moral y simbólica importantísima, que se resume en dos victorias. Para entenderlo mejor es necesario retroceder un poco en el tiempo, concretamente al 24 de mayo de 2007 en el Ateneu Barcelonès. Se celebraba el debate entre candidatos municipales organizado por la FAVB. Ada Colau --en representación del Taller Contra la Violència Immobiliària i Urbanística-- pregunta, entre otras cosas, por la eventual derogación del Plan de los Ascensores para La Barceloneta. La respuesta de Jordi Hereu es categórica: «No, el plan no se para». A los intentos de réplica el actual alcalde responde que «No» por triplicado, aumentando el tono y la prepotencia.
La intransigencia de Hereu no representaba solamente la postura del alcalde. Con mayor o menor énfasis, el menosprecio y la indiferencia del alcaldable del PSC hacia las movilizaciones de L'Ostia y la Plataforma d'Afectats de La Barceloneta, era compartido por la totalidad del arco político municipal, de derecha a izquierda. Lo que hasta hacía poco era apenas una comisión de fiestas de una sola calle no podía ser una amenaza para la inmediata mercantilización del barrio.
Pero la lucha comenzada por las mujeres de la calle Pescadors y la okupación de Miles de Viviendas, y que pintaba como una batalla perdida, se convirtió en un conflicto político de primer orden no sólo a escala de barrio sino también de ciudad. Una notable pérdida de votos para el PSC en La Barceloneta, además de la paralización de un plan urbanístico que llevaba escrita la desarticulación social del barrio y su entrega al capital privado, fueron los resultados. Ésta fue la primera victoria de Emilia y de quienes se habían comprometido contra la especulación. Una lección de saber hacer político tanto para el sistema de partidos como para los movimientos sociales de Barcelona.
Tras el fallecimiento de Emilia, Jordi Hereu y la práctica totalidad de la clase política que al principio desdeñó a aquellas mujeres condenadas a una imagen de marujas y verduleras, quiso dejarse ver en el tanatorio de Sancho de Ávila. Dos años y medio después de haber negado y ninguneado la legitimidad y la razón de la oposición vecinal a la reforma urbanística del barrio, todos se deshacían en elogios con la hipocresía que los políticos de carrera se deben a sí mismos. Todo por un puñado de votos.
Es la segunda victoria de Emilia Llorca y de quienes la han acompañado hasta hoy y que seguirán protegiendo la memoria y tejiendo la memoria, la vida, de La Barceloneta. Nadie les ha regalado nada, nada le deben a nadie.
Publicat en el Masala
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