Los defensores del popularmente conocido como hotel Vela tuvieron que escudarse una y otra vez en el negocio que brindaría a la Barceloneta. En un presumible aumento de los clientes en los comercios de un barrio que teme que con la nueva estampa lo que acabe subiendo sean los alquileres. Y precisamente en el distrito cuya población solicita más servicios sociales, donde por un piso de 30 metros cuadrados se puede pagar unos 600 euros. Pero tres meses después de su inauguración, el Ayuntamiento reconoce que si un barrio se ha beneficiado mayoritariamente del hotel, ése es más bien el lujoso paseo de Gràcia.
"Toda transformación genera debate, pero en cuanto los barceloneses descubran la zona y participen de sus alrededores, confiamos en que verán las cosas de otra manera", afirmó el tercer teniente de alcalde, Jordi William Carnes, el mismo día en que se estrenaba el Hotel W Barcelona. Se refería a las constantes protestas contra el que estaba destinado a ser el nuevo icono de la ciudad, cuyo proceso de construcción no estuvo exento de manifestaciones por parte de los vecinos de un barrio que se resistía a la llegada del nuevo coloso.
En algunos de los intentos por justificar el proyecto urbanístico promovido por la Autoritat Portuària de Barcelona, se esperaba que la clientela del Vela acabase llegando a los comercios y restaurantes de la Barceloneta, aunque durante su primer trimestre no haya sido algo notorio. El usuario de la cadena hotelera Starwood -cuya primera incursión es el nuevo gigante diseñado por Ricardo Bofill- es de alto poder adquisitivo y amante del lujo. Y eso se nota en sus preferencias a la hora de ir a comer o de compras.
Fuentes del Ayuntamiento admiten que quienes se alojan en el Vela prefieren tomar uno de los numerosos taxis que tienen en la puerta del hotel y dirigirse al paseo de Gràcia, donde el Consistorio afirma que sí se ha notado un aumento de la clientela gracias a la puesta en marcha del hotel. Y lo justifican en que el hábitat natural del público del W se localiza en las zonas caras de la ciudad debido a sus altos ingresos.
Donde fuentes municipales sí que afirman que se ha notado un aumento de los clientes gracias al nuevo hotel es en los restaurantes del barrio. Aun así, muchos de los clásicos locales que se encuentran en sus calles y ofrecen especialidades mediterráneas coinciden en que no se ha notado una subida de los clientes desde que el primer día de octubre del pasado año se pusiese en marcha el Vela. Según ellos, su clientela siguió prácticamente en los mismos niveles que antes de que abriese oficialmente el fastuoso edificio que, en cualquier caso, queda a unos 700 metros de donde se aloja el comercio del barrio.
Incluso la misma disposición del hotel puede alentar a sus clientes a visitar otras zonas de la ciudad. Nada más abandonar el hotel, además de los omnipresentes taxis, el turista sólo ve los viejos talleres industriales del barrio donde se pintan o reparan barcos, y la mayor actividad que discurre es la de operarios y transportistas. Los taxis quedan muy cerca y los restaurantes de la Barceloneta, lejos.
Publicat per Luis Garrido en el diari el Mundo
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