Primero fue el aterrizaje suave, en el que se suponía que el valor de la vivienda se iba a estabilizar. Después, la caída moderada. Pero el primer trimestre de este año ha inaugurado la época en la que los precios desfilan sin miedo hacia abajo. No hay noticias de cuándo van a parar. Uno de cada tres españoles vive en una comunidad autónoma en la que los pisos se han abaratado más del 10% en el último año. Y todos los indicios apuntan a que lo que ya ocurre en Cataluña, Madrid, País Vasco y Navarra es una avanzadilla de lo que le espera al resto de España.
El Instituto Nacional de Estadística (INE) informó ayer del mayor descenso de los precios del que tienen constancia los registros españoles: la vivienda a finales de marzo era un 7,6% más barata que un año antes, porcentaje algo superior al 6,8% que daba para el mismo periodo el Ministerio de Vivienda, que se basa en los datos que le proporcionan los tasadores.
"El ritmo de caída todavía es lento. No es comparable con lo sucedido en países como Reino Unido o Estados Unidos, donde los precios han bajado más del 35% desde la cima hasta el suelo. Creo que aún queda mucho recorrido a la baja", sostiene el estadístico y ex presidente del Banco Hipotecario Julio Rodríguez.
Esta opinión entronca con la de distintos organismos y servicios de estudios, como el del BBVA o el Fondo Monetario Internacional, que cuantifican en un 30% el ajuste en los precios necesario para que llegue la ansiada recuperación del mercado inmobiliario. Y, de hacer caso a los datos del INE, hasta ahora el ajuste desde el momento álgido del boom se queda en un tímido 7,6%. El exceso de oferta de casas y la demanda congelada por las malas perspectivas económicas sólo pueden tener un efecto sobre los precios: tirar hacia abajo.
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