Luisa Ruiz. "Hemos servido raciones de langosta a tres pesetas"
SARA SANS - 14/07/2000
¿Qué queda de la antigua fonda Planas?
-La familiaridad en el trato y una clientela fiel. No trabajamos con agencias. Sin embargo, del edificio original no queda nada. El padre de mi marido abrió la primera fonda de Salou junto a la estación, luego nos fuimos a la calle Barcelona y al final vinimos en el edificio actual.
-Así, con pocos "guiris" debe tratar...
-Tratamos con hijos y nietos de clientes de toda la vida, pero entre estos también hay familias inglesas, francesas, belgas, suizas y algunas alemanas que han venido siempre.
-Pero la mayoría...
-Son de Zaragoza, Madrid y Pamplona. Piense que tenemos clientes que hace 52 años que vienen cada verano, ininterrumpidamente. Viene una familia que son ya la quinta generación. Tenemos muchos clientes de más de 30 años, incluso hay unos que nunca se olvidan del cumpleaños de mi nieto, y este año estaban de paso y han parado en Salou para venir a vernos expresamente. -¡Caray!
-A un cliente le hicimos un homenaje después de venir cincuenta años seguidos. Es una familia de Madrid que ya venía cuando estábamos en la calle Barcelona. -Es que en cien años han pasado de diez a cien habitaciones...
-Hemos crecido poco a poco. La gente sigue viniendo porque aquí no hay jaleos y es un hotel tranquilo.
-¿Salou es mejor ahora que hace cincuenta años?
-Es diferente, se ha perdido en tranquilidad pero ahora se gana más dinero. -Cuando abrieron, el menú del día valía entre seis y diez pesetas...
-¡Y todo era fresco! El pescado saltaba en la cocina. Antes no había nada congelado y la generación de ahora casi no sabe qué es un producto fresco.
-...Y un whisky valía 1,5 pesetas.
-Y hemos servido langosta a tres pesetas la ración y filete a dos pesetas y aunque las cosas cambian, nosotros seguimos dando buena calidad. -¿Cómo llegó usted a Salou?
-Vine al terminar la guerra y conocí a mi marido en 1940. Él era el hijo del fundador de la fonda Planas. Mi suegro era un cocinero excelente, de los que ya no existen. Guisaba muy bien y muchísima gente venía al hotel sólo para comer y eso que, al principio, la cocina era de carbón. -¿Y usted qué hacía?
-De todo. Trabajaba en la cocina, pero en este negocio uno tiene que estar dispuesto a hacerlo todo, si hay que hacer una cama, se hace, y si hay que atender a un cliente, también. Y quien no lo vea así, no va a ir bien. ¿Y sabe una cosa?
-¿Qué?
-Que antes el trabajo era mucho más duro, porque todo había que hacerlo a mano y no había máquinas, pero la gente que trabajaba estaba contenta. No es como ahora...
-El suyo es un trabajo muy sacrificado...
-Demasiado esclavo. Al final de temporada acabamos muy cansados. Te debes al cliente y hay que darle conversación y tratarlo bien. Y luego, cuando acaba la temporada, hay que hacer obras y ponerse al día. Nosotros siempre nos hemos renovado para estar a la última y no perder el tren.
-¿Y cómo van a celebrar el centenario del hotel?
-No hemos pensado nada. Quizás hagamos una fiesta con la familia, pero cuando acabe el verano...
Llegó a Salou con 19 años y se puso a trabajar en el hotel Planas, donde conoció a su marido, el hijo del fundador. Ahora, es su hijo quien lleva las riendas del negocio -que cumple 100 años- y ella, a sus 80, sigue al pie del cañón.
Aportació de VEI
SARA SANS - 14/07/2000
¿Qué queda de la antigua fonda Planas?
-La familiaridad en el trato y una clientela fiel. No trabajamos con agencias. Sin embargo, del edificio original no queda nada. El padre de mi marido abrió la primera fonda de Salou junto a la estación, luego nos fuimos a la calle Barcelona y al final vinimos en el edificio actual.
-Así, con pocos "guiris" debe tratar...
-Tratamos con hijos y nietos de clientes de toda la vida, pero entre estos también hay familias inglesas, francesas, belgas, suizas y algunas alemanas que han venido siempre.
-Pero la mayoría...
-Son de Zaragoza, Madrid y Pamplona. Piense que tenemos clientes que hace 52 años que vienen cada verano, ininterrumpidamente. Viene una familia que son ya la quinta generación. Tenemos muchos clientes de más de 30 años, incluso hay unos que nunca se olvidan del cumpleaños de mi nieto, y este año estaban de paso y han parado en Salou para venir a vernos expresamente. -¡Caray!
-A un cliente le hicimos un homenaje después de venir cincuenta años seguidos. Es una familia de Madrid que ya venía cuando estábamos en la calle Barcelona. -Es que en cien años han pasado de diez a cien habitaciones...
-Hemos crecido poco a poco. La gente sigue viniendo porque aquí no hay jaleos y es un hotel tranquilo.
-¿Salou es mejor ahora que hace cincuenta años?
-Es diferente, se ha perdido en tranquilidad pero ahora se gana más dinero. -Cuando abrieron, el menú del día valía entre seis y diez pesetas...
-¡Y todo era fresco! El pescado saltaba en la cocina. Antes no había nada congelado y la generación de ahora casi no sabe qué es un producto fresco.
-...Y un whisky valía 1,5 pesetas.
-Y hemos servido langosta a tres pesetas la ración y filete a dos pesetas y aunque las cosas cambian, nosotros seguimos dando buena calidad. -¿Cómo llegó usted a Salou?
-Vine al terminar la guerra y conocí a mi marido en 1940. Él era el hijo del fundador de la fonda Planas. Mi suegro era un cocinero excelente, de los que ya no existen. Guisaba muy bien y muchísima gente venía al hotel sólo para comer y eso que, al principio, la cocina era de carbón. -¿Y usted qué hacía?
-De todo. Trabajaba en la cocina, pero en este negocio uno tiene que estar dispuesto a hacerlo todo, si hay que hacer una cama, se hace, y si hay que atender a un cliente, también. Y quien no lo vea así, no va a ir bien. ¿Y sabe una cosa?
-¿Qué?
-Que antes el trabajo era mucho más duro, porque todo había que hacerlo a mano y no había máquinas, pero la gente que trabajaba estaba contenta. No es como ahora...
-El suyo es un trabajo muy sacrificado...
-Demasiado esclavo. Al final de temporada acabamos muy cansados. Te debes al cliente y hay que darle conversación y tratarlo bien. Y luego, cuando acaba la temporada, hay que hacer obras y ponerse al día. Nosotros siempre nos hemos renovado para estar a la última y no perder el tren.
-¿Y cómo van a celebrar el centenario del hotel?
-No hemos pensado nada. Quizás hagamos una fiesta con la familia, pero cuando acabe el verano...
Llegó a Salou con 19 años y se puso a trabajar en el hotel Planas, donde conoció a su marido, el hijo del fundador. Ahora, es su hijo quien lleva las riendas del negocio -que cumple 100 años- y ella, a sus 80, sigue al pie del cañón.
Aportació de VEI
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