Es un mascarón de proa, de eso no cabe duda: por la forma de la figura, inclinada hacia adelante, como sorbiendo los vientos, el pecho abombado, la pierna izquierda flexionada, el brazo -el único que tiene- echado ligeramente atrás, y por el lugar en que se halla, la calle de Andrea Dòria de la Barceloneta, junto a la plaza del mercado. Ningún cartel informa de quién es ni qué hace allí, pero uno tiene fuentes por la zona: Vicenç Forner, que es la Òstia en persona (con este nombre se conoce también al barrio). "Es el Negro de la Riba", contesta rápido Vicenç, y me cita en un taller de la calle de Pescadors, llamado Constructors de Fantasies. Esto promete.
David García y Óscar Pérez construyen fantasías en forma de gigantes, dragones y utillería teatral en general. Fueron ellos quienes en 2003, con motivo del 250º aniversario del barrio, colgaron allí al Negro. Se trata de una copia -"en fibra de vidrio, más resistente"- del mascarón que, desde 1934, forma parte de la colección del Museo Marítimo y que tiene tras de sí una larga y curiosa peripecia, recopilada por el historiador Francesc Carreras Candi. Resumida, es la siguiente.
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