José María Sanz, LOQUILLO
UNA CRÓNICA URBANA DE ROCK EN TIEMPOS REVUELTOS (2010)
1ª Parte
Me recreo mirando una instantánea en la que aparezco cruzando las puertas del Palacio de los Deportes de Barcelona en aquel primer fin de semana del mes de junio de 1978, camino de frente sin mirar a ninguna parte, pero todas las miradas recaen sobre mí. Traje de tres botones de mi padre que descansaba desde hacía lustros en el fondo del armario, corbata estrecha negra y camisa blanca; la ocasión así lo requiere.
El festival Hasta luego, Cocodrilo, organizado por Gay Mercader, reúne a las mejores bandas de pop barcelonesas de los sesenta: los Mustang, los Gatos Negros, los Cheyenes… es su comeback desde su despedida de los escenarios, pero sobre todo tocan los Sirex; he machacado sus singles durante toda mi niñez, así que no puedo faltar.
El Kaki, convertido ya en el líder de la causa, la nuestra, se abre paso entre el público del Palacio de Deportes; y en un abrir y cerrar de ojos nos plantamos en primera fila junto a fieles seguidores ya entrados en años; los hay que llevan sus cazadoras de cuero con el nombre de la banda. Abundan los “joteros”, que es una versión castiza del rocker. Al salir del escenario, la emoción es brutal, y el pabellón se viene abajo. Nadie se ha olvidado de ellos y cuando suenan los primeros acordes siento la intensidad de las grandes ocasiones en la piel.
Leslie está en plena forma, maneja al respetable como si los conociera a todos de vivir en la misma escalera; media Barceloneta está presente, rindiendo tributo y yo, como ya he dicho, sigo sus movimientos y coreografías.
El hermano de Óscar trabaja en Can Costa, restaurante situado frente al Cataluña, el chiringuito que frente al mar regenta Leslie junto a su mujer, Pepa. Ambos compiten por la clientela dominguera, que abordan sin pudor a pie de calle en sana competencia; así es la Barceloneta, con sus propias leyes y su propia personalidad.
Me quedo impresionado por el “paso Sirex”, el sonido Shadows de Manolo, por ver tan de cerca a Luis, batería y con una “fama” en los ambientes de rock de aquí te espero, Juanjo da seguridad y empaque a una banda que tiene en Guillermo a uno de los pocos compositores de r’n’r de su generación.
Poco a poco van cayendo todos sus hits: Yo grito, San Carlos club, El tren de la Costa y así hasta La Escoba: con texto readaptado a los tiempos que vivimos, Leslie dice querer barrer los tirantes de Fraga Iribarne. El clímax llega con la versión del clásico de Gene Vincent Be-bop-a-lula, de cuando desafiaban al mundo vestidos de negro, a imagen y semejanza de Vince Taylor.
Y es entonces cuando comprendo que tenemos la base suficiente para hacer r’n’r en castellano sin tener que cantar en inglés, como hacen la mayoría de las bandas españolas. Así se lo transmito a Carlos en medio del griterío:
- Hay que hacer canciones que la gente pueda entender y q ue les hablen de su realidad, no de Wisconsin. Tenemos que escribir sobre nosotros: ¡aquí y ahora!
Gracias a los Sirex aprendo la primera lección de r’n’r de mi corta vida roquera: ser siempre uno mismo.
Article aportat per VEI
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