Para los vecinos de la Barceloneta (el barrio marinero de Barcelona) que frecuentan la vieja barra de El Vaso de Oro no hay otro lugar donde la cerveza sepa mejor. “Es un bar estrecho e incómodo y eso tiene su encanto”, bromea Sergi, uno de sus clientes asiduos, quien confiesa que empezó a visitarlo de chaval, cuando el dueño apenas le dejaba entrar. Aunque ya no vive en la zona, sigue escapándose para compartir allí unas cañas con los amigos en cuanto se tercia.
Ha transcurrido casi medio siglo desde que Gabriel Fort empezó a pinchar barriles de cerveza en esta casa barcelonesa que hoy regenta su hijo, también Gabriel, mucho antes de que las tapas y la rubia se pusieran de moda en los bares de la ciudad, donde reinaba la oscuridad del café. Tiene fama de ser uno de los establecimientos de Barcelona donde mejor tiran la cerveza. Hay quien dice que trucaron los tiradores. O que el secreto está en que no andan con prisas. Explica el hijo del fundador que no hay trampa ni cartón: “Dar una buena cerveza no es hacer tornillos, sino cuidar un montón de detalles. La temperatura, la presión, el trasiego de los barriles, todo influye. Pero lo importante es el resultado: que el último sorbo sepa igual que el primero. Y eso ocurre en pocos sitios”.
Gabriel ha escuchado mil veces la queja de que las cervecerías barcelonesas no tienen el prestigio de las madrileñas en cuanto al servicio. “Aquí no ha habido escuela. Durante muchos años quien se dedicaba a esto lo hacía porque no tenía otro empleo mejor.”. Él mismo diseñó para el negocio familiar los vasos flauta y filarmónica –altos, estrechos de abajo y ligeramente más anchos en la parte superior–, que se han convertido en un clásico. En El Vaso de Oro sólo tiran Damm, la marca catalana por excelencia. “Es una gran cerveza, y aunque a los catalanes nos cuesta un poco contar las excelencias de lo nuestro, sabemos apreciarlo. La gente se acostumbra fácilmente a lo nuevo, pero no le cambies el sabor de su cerveza de siempre, porque no lo aceptaría.”
Publicat en magazine
Ha transcurrido casi medio siglo desde que Gabriel Fort empezó a pinchar barriles de cerveza en esta casa barcelonesa que hoy regenta su hijo, también Gabriel, mucho antes de que las tapas y la rubia se pusieran de moda en los bares de la ciudad, donde reinaba la oscuridad del café. Tiene fama de ser uno de los establecimientos de Barcelona donde mejor tiran la cerveza. Hay quien dice que trucaron los tiradores. O que el secreto está en que no andan con prisas. Explica el hijo del fundador que no hay trampa ni cartón: “Dar una buena cerveza no es hacer tornillos, sino cuidar un montón de detalles. La temperatura, la presión, el trasiego de los barriles, todo influye. Pero lo importante es el resultado: que el último sorbo sepa igual que el primero. Y eso ocurre en pocos sitios”.
Gabriel ha escuchado mil veces la queja de que las cervecerías barcelonesas no tienen el prestigio de las madrileñas en cuanto al servicio. “Aquí no ha habido escuela. Durante muchos años quien se dedicaba a esto lo hacía porque no tenía otro empleo mejor.”. Él mismo diseñó para el negocio familiar los vasos flauta y filarmónica –altos, estrechos de abajo y ligeramente más anchos en la parte superior–, que se han convertido en un clásico. En El Vaso de Oro sólo tiran Damm, la marca catalana por excelencia. “Es una gran cerveza, y aunque a los catalanes nos cuesta un poco contar las excelencias de lo nuestro, sabemos apreciarlo. La gente se acostumbra fácilmente a lo nuevo, pero no le cambies el sabor de su cerveza de siempre, porque no lo aceptaría.”
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