Javier Castañeda
Las ciudades crecen. Centro y periferia engullen cada vez más espacio para albergar, en sus voraces estómagos, ese lugar en el mundo que sus individuos demandan. Cada vez hay más personas, o lo que es lo mismo, más personas comprimidas en menos espacio. Difícil ecuación que no siempre es fácil de resolver, pese a vivir en tiempos de hiperdesarrollo urbanístico. Las principales ciudades se transforman en complejos entornos donde la imaginación frecuentemente debe ganar a la planificación la partida de la eficacia.
Micropisos, minipisos, soluciones habitacionales... Hoy día las ciudades, al margen de su dimensión, adoptan cualquier cubículo imaginable para vivir o sea que, no han de tener nada que envidiar a megalópolis como Hong Kong, Tokio o Nueva York en lo que al aprovechamiento del espacio se refiere. La escalada de especulación inmobiliaria que impunemente ha sufrido la vivienda durante los últimos años en países como el nuestro, ha favorecido la eficacia a la hora de poner a trabajar la imaginación para hallar un lugar donde vivir. Si el hambre agudiza el ingenio, la necesidad de vivienda sin duda despierta la imaginación. Lástima que, algunas de las soluciones más aceptables de vanguardia, aún no sean viables en nuestro país por chocar frontalmente con algunas normativas aún ancladas en pasados de mejores vientos.
Si hablamos de imaginación, y aunque ya tiene unos años, estoy seguro de que un LoftCube –una casa cúbica prefabricada y casi de cristal, pensada para ser instalada en las azoteas- haría las delicias de más de uno de todos aquellos que no pueden convertirse en propietarios. Eso sí, tras un sondeo informal que ha consistido en preguntar a amigos, vecinos, compañeros de trabajo, etc.; todos han coincidido en que pese a su éxito en muchas ciudades, este modelo no podría cuajar en España pues en muchos casos la normativa municipal impide a la ciudad crecer hacia arriba; por no hablar de los problemas con las comunidades de propietarios, etc. ¿Tan difícil sería permitir a la ciudad, de un modo controlado, crecer en vertical? ¿No son orgullo arquitectónico y motivo de excelsa presunción la nueva moda de los techos de cristal de autor? ¿Qué inconveniente puede representar pues para una ciudad moderna aprovechar un espacio del que naturalmente se dispone y que muchas veces queda muerto?
Además de los remedios típicamente conocidos para combatir la irresistible ascensión del mercado de la vivienda; como solían ser compartir casa, buscar viviendas de VPO, encontrar una renta asequible gracias a la agencia pública de alquiler o la tan traída y llevada ley de expropiación, existen otras posibles soluciones. Quizá en resolver este problema de un modo asequible pensaba la concejalía de vivienda de Mataró, al exportar una solución que ya ha sido adoptada por ciudades como Londres o Ámsterdam y ampliar su tejido urbano con contenedores-vivienda. Tras unos primeros contactos y sondeos con la empresa Urban Space Management, que se dedica a reciclar contenedores industriales usados en viviendas. Si la iniciativa prospera, Mataró será pionera en intentar conjugar una realidad social y económica, con una oferta asequible.
Por una senda parecida camina una empresa de Manresa que proyecta construir pisos prefabricados amontonables y baratos. La idea es muy similar a la de los contenedores, pero en vez de reducir el precio aprovechando espacios industriales inservibles, en este caso el abaratamiento de los costes proviene del uso de módulos prefabricados. Su coste de construcción es mucho menor al hacerse en una fábrica, requiere mucho menos tiempo que la construcción tradicional (un 60% menos). Luego se transportan al lugar deseado y se apilan unos encima de otros, gracias a que sus estructuras están pensadas específicamente para esta finalidad. Seguro que si su precio representa ese ahorro sobre los precios actuales de mercado, la demanda superará la oferta.
Para terminar, un último ejemplo destinado a aquellos que piensan que esta nueva generación de casas está necesariamente reñida con el buen gusto, les presento Cúbica, un proyecto que conjuga precio, diseño y ecología y que muestra, una vez más, que usar la imaginación en tiempos de crisis es una sabia elección. En este caso no se trata tanto de fabricar casas en serie, como de adecuar cada casa a sus condiciones paisajísticas, ecológicas y sostenibles en función de su ubicación, paisaje, materiales, etc. Quizá una pautada mezcla de investigación y responsabilidad sea la única vía posible para que el hombre no sea devorado por las megalópolis. Si el mercado está destruyendo el hábitat urbano, nada mejor que apostar por nuevos entornos para recuperar "esa línea terrestre de la vida humana" de la que hablaba Frank Lloyd.
Article aportat per VEI
Las ciudades crecen. Centro y periferia engullen cada vez más espacio para albergar, en sus voraces estómagos, ese lugar en el mundo que sus individuos demandan. Cada vez hay más personas, o lo que es lo mismo, más personas comprimidas en menos espacio. Difícil ecuación que no siempre es fácil de resolver, pese a vivir en tiempos de hiperdesarrollo urbanístico. Las principales ciudades se transforman en complejos entornos donde la imaginación frecuentemente debe ganar a la planificación la partida de la eficacia.
Micropisos, minipisos, soluciones habitacionales... Hoy día las ciudades, al margen de su dimensión, adoptan cualquier cubículo imaginable para vivir o sea que, no han de tener nada que envidiar a megalópolis como Hong Kong, Tokio o Nueva York en lo que al aprovechamiento del espacio se refiere. La escalada de especulación inmobiliaria que impunemente ha sufrido la vivienda durante los últimos años en países como el nuestro, ha favorecido la eficacia a la hora de poner a trabajar la imaginación para hallar un lugar donde vivir. Si el hambre agudiza el ingenio, la necesidad de vivienda sin duda despierta la imaginación. Lástima que, algunas de las soluciones más aceptables de vanguardia, aún no sean viables en nuestro país por chocar frontalmente con algunas normativas aún ancladas en pasados de mejores vientos.
Si hablamos de imaginación, y aunque ya tiene unos años, estoy seguro de que un LoftCube –una casa cúbica prefabricada y casi de cristal, pensada para ser instalada en las azoteas- haría las delicias de más de uno de todos aquellos que no pueden convertirse en propietarios. Eso sí, tras un sondeo informal que ha consistido en preguntar a amigos, vecinos, compañeros de trabajo, etc.; todos han coincidido en que pese a su éxito en muchas ciudades, este modelo no podría cuajar en España pues en muchos casos la normativa municipal impide a la ciudad crecer hacia arriba; por no hablar de los problemas con las comunidades de propietarios, etc. ¿Tan difícil sería permitir a la ciudad, de un modo controlado, crecer en vertical? ¿No son orgullo arquitectónico y motivo de excelsa presunción la nueva moda de los techos de cristal de autor? ¿Qué inconveniente puede representar pues para una ciudad moderna aprovechar un espacio del que naturalmente se dispone y que muchas veces queda muerto?
Además de los remedios típicamente conocidos para combatir la irresistible ascensión del mercado de la vivienda; como solían ser compartir casa, buscar viviendas de VPO, encontrar una renta asequible gracias a la agencia pública de alquiler o la tan traída y llevada ley de expropiación, existen otras posibles soluciones. Quizá en resolver este problema de un modo asequible pensaba la concejalía de vivienda de Mataró, al exportar una solución que ya ha sido adoptada por ciudades como Londres o Ámsterdam y ampliar su tejido urbano con contenedores-vivienda. Tras unos primeros contactos y sondeos con la empresa Urban Space Management, que se dedica a reciclar contenedores industriales usados en viviendas. Si la iniciativa prospera, Mataró será pionera en intentar conjugar una realidad social y económica, con una oferta asequible.
Por una senda parecida camina una empresa de Manresa que proyecta construir pisos prefabricados amontonables y baratos. La idea es muy similar a la de los contenedores, pero en vez de reducir el precio aprovechando espacios industriales inservibles, en este caso el abaratamiento de los costes proviene del uso de módulos prefabricados. Su coste de construcción es mucho menor al hacerse en una fábrica, requiere mucho menos tiempo que la construcción tradicional (un 60% menos). Luego se transportan al lugar deseado y se apilan unos encima de otros, gracias a que sus estructuras están pensadas específicamente para esta finalidad. Seguro que si su precio representa ese ahorro sobre los precios actuales de mercado, la demanda superará la oferta.
Para terminar, un último ejemplo destinado a aquellos que piensan que esta nueva generación de casas está necesariamente reñida con el buen gusto, les presento Cúbica, un proyecto que conjuga precio, diseño y ecología y que muestra, una vez más, que usar la imaginación en tiempos de crisis es una sabia elección. En este caso no se trata tanto de fabricar casas en serie, como de adecuar cada casa a sus condiciones paisajísticas, ecológicas y sostenibles en función de su ubicación, paisaje, materiales, etc. Quizá una pautada mezcla de investigación y responsabilidad sea la única vía posible para que el hombre no sea devorado por las megalópolis. Si el mercado está destruyendo el hábitat urbano, nada mejor que apostar por nuevos entornos para recuperar "esa línea terrestre de la vida humana" de la que hablaba Frank Lloyd.
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