V.E.I
VÍCTIMA
ESPECULACIÓN
INMOBILIARIA
Arturo San Agustín, 28 de febrero del 2003 (número especial del diario "El Periódico" por el 250 aniversario de La Barceloneta)
Lola Rodríguez, nació y creció guapa y solidaria junto a sus 12 hermanos en un quart de casa. Lola se dedicaba al contrabando, que era segundo oficio de embarcados y mujeres. A ver qué tenemos, Lola. Chesterfield sin filtro, Philip Morris, Lucky Strike y Camel. Canarias y la Cuba anterior a Castro eran los lugares de origen. Así era la cosa. Llegaba a puerto el Cabo Buena Esperanza, por ejemplo, y el gambucero, que era el ayudante del mayordomo, bajaba a tierra muy lleno de tabaco. Lola y su marido Joaquín Granada, el Matalàs, recuerdan y aclaran: "En la Barceloneta no se hacía contrabando de drogas". Luego llegaron ciertos gallegos y el asunto del tabaco se industrializó.
Cerca de la Cova, Miquel García, criatura de Almodóvar, sigue exhibiendo sus fotos de extra. Porque el Xinxeta -que Hollywood se entere- trabajó en el cine de casi emperador. En determinada esquina uno piensa en las sombras de ciertas ausencias definitivas. Algunas las empezó a condenar aquel vicepresidente de Adolfo Suárez, aquel Fernando Abril Martorell, que un mal día llegó a los Talleres Nuevo Vulcano y mandó a la calle a muchos del barrio.
En la Barceloneta los lunes al sol se conocen desde aquel vicepresidente con cara de úlcera. Desde aquel fumador compulsivo, enmudeció la sirena -sonido de guerra- de los Talleres Nuevo Vulcano que anunciaba las horas de salida y entrada. Murió un paisaje lleno de martillazos y monos de trabajo. También desaparecieron los tinglados y el gancho de los estibadores. Y murieron también las boinas que entraban y salían de los talleres de La Maquinista. O de la Fábrica de Catalana de Gas. Al paisaje de la hulla lo jubiló el gas natural que Durán Farell se trajo de Argelia. Y desde todo aquello, ay, la Barceloneta ya fue siendo muy otra.
En la Cova Fumada -donde la abuela María inventó la bomba- la mañana es el reino del huevo frito. Detrás del mostrador, Magí Solé padre sigue siendo un bigote serio. El de Vicenç Forner es más abierto y parlero. Vicenç se entrega a su bomba mientras cuenta que la Barceloneta sigue siendo víctima de demasiado reporteros que no la dibujan como es: "A veces pienso que los periodistas trabajan para los especuladores. Del barrio sólo muestran lo cutre y entrevistan a unos personajes marginales que no son del barrio". Dibujando un barrio marginal, la especulación trabaja mejor y se puede, por ejemplo, acaparar pisos o robar el rompeolas a su verdadero dueño, que era la Barceloneta. Magí Solé hijo sostiene que nunca se habla de la Barceloneta real: "El verdadero barrio, el interior, sigue aún sin conocerse".
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