divendres, 23 de gener del 2009

LAS ESQUINAS DEL TIEMPO: Donde acaban la gamba y sus reyes empieza la Barceloneta real, empeñada en no perder sus maneras (3ª PARTE)

V.E.I
VÍCTIMA
ESPECULACIÓN
INMOBILIARIA

Arturo San Agustín, 28 de febrero del 2003 (número especial del diario "El Periódico" por el 250 aniversario de La Barceloneta)

En la Barceloneta vivió Fernando de Lesseps, el ingeniero que hizo realidad el canal de Suez. Y el legendario explorador Stanley, que siendo polizón saltó del barco cuando divisó las playas del barrio. Pero también vivieron el Pito y el Paco. El primero, pelos de punta, niño eterno, repartía hielo, cervezas y se peleaba con Kirk Douglas en el cine Marina: "Eo, dame un cigarro". Y no había más remedio que encender la luces y detener el último tren de Gun-Hill. Al también frágil Paco, alma torcida, lo vestían de capitán con sable para pasear por las calles el cañón de la fiesta mayor.

Heno de Pravia y Agua Brava. A la cara, Williams. Fue la falta de cuartos de baño lo que hizo posible los clubs de natación en la Barceloneta. El club era la ducha. Había dos. Sólo dos. Porque el Club Natació Barcelona no era del barrio sino de los ricos de fuera: "De los de Barcelona". El Atlètic era una pretensión. El Barceloneta, una realidad. Luego, se fusionaron.

Manel Castells, preparador físico de los olímpicos de natación en el Centro de Alto Rendimiento de Sant Cugat, ya no vive en el barrio, pero cada semana sigue pisando su playa, donde nació la natación como deporte y el takatá, ese tenis de playa: "Crecer pisando la arena de la playa es una sensación de libertad que no se olvida".

Como el Anxoveta -el sírex que fuera del barrio se hacía llamar Leslie-, Alfonso Cánovas también formó parte del ayuntamiento de Barcelona. En su joyería de siempre, Cánovas -bigote de Jorge Sepúlveda y mirando al mar soñé- reconoce que, más que hacer, él se limitaba a escuchar a los vecinos. Ahora, siempre atento a los pisos en venta, piensa que lo más urgente es dignificar muchas de las viviendas del barrio: "Lo que nos gustaría evitar es que la Barceloneta se convirtiera en un barrio de ricos. No sería justo".

A las cinco de la tarde la Barceloneta sigue siendo pescadora. Humedad, frío y gaviotas. La barca de arrastre L'Hòstia amarra en el muelle de pescadores. Es la de José Antonio Caparrós, el Capa. Mientras salta a tierra, uno recuerda que en este trozo del barrio reinaba el Pispapops, la voz más feroz de las subastas. Y también tenían su trono pescadores como el Pillapájaros, el Roña, el Llauna, el Lagarto, Morritos o el Dimoni, que superaba en eficiencia el actual GPS. La Sietecoños era hembra próxima a ciertos pescadores, pero no pertenecía a la Barceloneta. Rubio y con gorra, Caparrós cree que el sector de la pesca de bajura está tocado y que la Barceloneta, como todo lo relacionado con la primera línea de mar, será pasto de la especulación: "La asociación de vecinos debería haberse mostrado más activa. Y sospecho que están intentando que los pescadores desaparezcamos de aquí".

El mercado, que supo de la gran pescatera Filomena, es ahora sólo un esqueleto. Pero Manel Moscat, también pescatero y presidente de la Associació de Veïns de la Barceloneta, sigue muy despierto. Cree que la prioridad del barrio son las viviendas y el muy prometido polideportivo: "La especulación inmobiliaria nos está perjudicando, pero la asociación siempre la ha combatido y ha conseguido pisos asequibles para nuestra gente, una guardería y una residencia para mayores". Moscat y los suyos también lograron que los merenderos desaparecieran: "Los vecinos las pasaban canutas con los olores. Además, nos impedían ver la mar".

Sería injusto que La Barceloneta se convirtiera en un barrio exclusivo de ricos. Tan injusto como que a Vicenç Forner no le permitieran hacer realidad frente a su mar ese gran nudo marinero de hierro, que el artista llamaría Lligam amb la mar. La vida y sus ausencias se entienden mucho mejor frente a la mar. Uno las entendió de golpe, cuando el padre de cierto pescador no regresó nunca más a puerto. Llovía. Y entre la niebla se escuchaba la rítmica sirena del faro del rompeolas.