dilluns, 15 d’agost del 2011

La punta del iceberg o sobre la crisis del modelo Barcelona

Texto Santiago López Petit Filósofo



La realidad ha efectuado en pocos años una crítica radical. Se ha pasado de creer vivir en la mejor ciudad del mundo a la afirmación de que es imposible vivir en Barcelona. El sueño se ha venido abajo en sus aspectos más diversos.

Todo el mundo está de acuerdo en una cosa: Barcelona está viviendo el final de una época. Es algo que se siente. El entusiasmo con el que sus habitantes se identificaban con la ciudad ha desaparecido. Un viento frío agita el oasis. Un botón de muestra: el último sábado de enero de este año 2007 en la capital catalana tuvieron lugar hasta cinco manifestaciones de protesta distintas dirigidas contra el modelo de ocio del Tibidabo, contra la Ley de extranjería, contra la línea de alta tensión (MAT), contra el trazado del TGV y contra las barreras laterales peligrosas de la red viaria. La lucha por la vivienda, por su parte, ha pasado a un primer plano alterando todas las agendas políticas. "Barcelona batega" (Barcelona late) dice el último eslogan. Efectivamente, el corazón de Barcelona late, pero no por lo que le gustaría al Ayuntamiento, sino porque se abre un nuevo tiempo de conflictividad creciente. O, lo que es lo mismo, el modelo Barcelona se hunde.

Final de una época significa, pues, final del modelo Barcelona. Parece que la combinación turismo y cultura, servicios y negocio inmobiliario, todo ello aderezado mediante eventos espectaculares, ha dejado de funcionar. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué se hunde el modelo Barcelona si tenía tanto prestigio en todo el mundo? Ciertamente, cuando se hablaba del modelo Barcelona se hacía siempre para enaltecer su urbanismo, su modo de organizar la participación ciudadana o la función cohesionadora de la cultura. Aunque desde voces tan autorizadas como Oriol Bohigas se haya negado que existiera realmente un modelo Barcelona, es evidente que ha existido. Lo que ocurre es que, mal que les pese a los arquitectos, el modelo era esencialmente político. En otras palabras, el modelo Barcelona ha sido antes que nada un "dispositivo de poder basado en la producción de consenso" y cuyo objetivo, desde el primer momento, no era otro que hacer de Barcelona una "marca", es decir, situar a Barcelona favorablemente en el mercado mundial de las metrópolis. Evidentemente, este dispositivo de poder que debía reconducir los conflictos, gestionar las diferencias y, en definitiva, pacificar lo social, tenía que ser necesariamente complejo. En su constitución intervendrán desde el tratamiento arquitectónico del espacio público hasta un uso espectacular de la cultura, pasando por la represión pura y simple cuando haga falta. Este dispositivo complejo de poder es lo que se vendió mundialmente como el "modelo Barcelona". La paradoja es que cuando la marca "Barcelona" es máximamente conocida, cuando son miles los turistas atraídos por ella, el modelo Barcelona se hunde porque los que diariamente lo sufren ya no creen en él.

Porque ésta es la verdadera cuestión: la realidad ha efectuado en pocos años una crítica más radical que la que hubiese podido llevar a cabo el más radical de los críticos. Efectivamente, se ha pasado de creer vivir en la mejor ciudad del mundo a la afirmación de que es imposible vivir en Barcelona. Y esta imposibilidad no es teórica, sino tan real como que no se puede encontrar una vivienda digna a un precio razonable. Pero es más, el sueño se ha venido abajo en sus aspectos más diversos. De la Rambla, que era "el paseo más bonito del mundo", dice actualmente un portavoz de las floristas: "Esto es Benidorm, un paseo dominado por el turismo de más bajo nivel, con la personalidad por los suelos, una sombra de lo que fue"1. En la ciudad del Fórum de las Culturas 2004, el incremento de casos de abusos policiales a inmigrantes por parte de los Mossos d'Esquadra pasa de tres en el año 2005 a veinticuatro en 2006 2. Y así podríamos seguir contando cómo la marca "Barcelona" ha acabado triturando los deseos de igualdad, de justicia y de bienestar.

Y, sin embargo, la hora de la verdad tenía que llegar. El modelo fue construido mediante la expropiación y capitalización de la fuerza colectiva de las luchas antifranquistas, mediante la canalización de un derecho a la ciudad reivindicado en la calle. El modelo, en fin, es hijo de la transición política postfranquista, y por eso encierra todas sus contradicciones. La única ambigüedad que no existió nunca fue que la modernización de la ciudad tenía que serlo al servicio de los intereses del capital. Lo que no quiere decir que no tuviese apoyo popular. Los Juegos Olímpicos del 92 constituyen como es bien conocido el momento en el que la separación entre las instituciones y la gente es menor. El momento en el que la ciudad, en tanto que marca, es por fin proyectada al mundo. También es cuando el modelo funciona como un auténtico dispositivo de poder bien engrasado, y produce la figura del "ciudadano". Porque el ciudadano no es en sí mismo una figura crítica, muy al contrario, constituye la pieza esencial del engranaje de poder que es el modelo Barcelona. Por eso la propaganda institucional tendrá siempre la forma de una movilización ciudadana. "Tots som el motor de Catalunya. No paris" (Todos somos el motor de Catalunya. No te pares). El objetivo del modelo Barcelona - y en eso consiste, en última instancia, el modelo - es una movilización de cada uno para (re)producir la marca. En la consigna "Tots movem Barcelona" (Todos movemos Barcelona), que será su forma más acabada, se muestra, por un lado, que el ciudadano es realmente una pieza del mecanismo, y por otro lado, que la socialidad creada es un puro simulacro.

Porque el modelo Barcelona presupone y, a la vez, construye performativamente este "Tots" (Todos). La campaña ya antigua de la Generalitat "Catalunya gent d'equip.No te'n desmarquis" (La gente de Catalunya forma un equipo. No te desmarques) inició el camino. Las instituciones nos empezaron a vender la idea de que todos, absolutamente todos, formábamos parte del mismo equipo. La imagen de origen toyotista empleada era candorosa: mecánicos, carniceras, policías, oficinistas... todos aparecían retratados juntos. Ese sueño de unidad productiva y política se ha venido abajo. Del espíritu olímpico queda sólo un museo recientemente inaugurado, y la operación del Fórum 2004 que perseguía abrir el "equipo" a las diferencias multiculturales no consiguió tampoco refundarlo.

Como decíamos, la realidad ha efectuado la más radical de las críticas. En la medida en que Barcelona era conocida en el mundo como marca, más necesario se hacía adecentar la ciudad, es decir, recuperar los espacios públicos para el consumo, neutralizar los movimientos críticos, expulsar la pobreza... La ordenanza cívica, en el fondo, no será más que una operación de limpieza del "equipo" (expulsión de pobres, prostitutas, disidentes...) para adecuarlo a su función de ciudad-empresa.

Y llegamos al final. La marca ha triunfado, pero para hacerlo ha tenido que expulsar la vida. Del centro a la periferia. Sólo de esta manera ha conseguido su victoria. Ciertamente ha llegado la hora de la verdad. Frente a la marca "Barcelona" están los ancianos con pensiones bajas, los mileurizados, los inmigrantes hacinados en pequeños cubículos... y todos aquellos cuyo "querer vivir" no se satisface con el consumo de una marca. Hemos dicho repetidas veces que el modelo Barcelona es un barco que se hunde. Ahora podemos afirmar que la punta del iceberg con el que ha chocado es el "malestar social". Un malestar difuso pero potente. Un malestar que se expresa en el abstencionismo electoral, en la desocupación de las instituciones, en la invención de formas de vida alternativas. Hay fuerzas políticas reaccionarias que pretenden capitalizarlo. No es fácil si ese malestar se politiza. La contraposición "vivienda digna" frente a "especulación" indica un camino a seguir. El grito del malestar social es "Que se vayan todos".


Notas

1 "Las floristas de las Ramblas piden a los barceloneses que vuelvan a su paseo dominado por el turismo". La Vanguardia, 24 de marzo de 2006.

2 "SOS racismo alerta". ADN, 22 de marzo de 2007.