STAR Nº 45 (1974-1979)
(POR LAURA CONY)
SEGUNDA PARTE
Así que después de tres horas de conversaciones y parlamentos sólo conseguí quedar en ridículo y sacar como conclusión que tengo una semana para largarme de allí o soltar la guita. Me inclino por lo primero. Mi primera gestión es buscar a alguien solvente que quiera compartir su vida y el alquiler conmigo. Logro dar con una chica, bastante agradable y no muy neurótica, que hace tres meses que está buscando un piso que reúna las mínimas condiciones para ser habitado. Empieza una carrera loca de tragarte La Vanguardia, sección: pisos de alquiler. Mañana tras mañana mientras haces el monótono trayecto en metro dirección a la oficina o mientras engulles un café descafeinado en el bar de la esquina. ¿Te has leído alguna vez estas páginas infectas de letra milimétrica en las que parece como si todas las agencias y particulares se hubieran puesto de acuerdo para quedarse contigo? ¿No? Pues hazlo, aunque únicamente sea para comentarlo con tus amigos un fastidioso día de viento huracanado.
“Piso zona residencial. 6 hab. Coc. Dos baños. Terrario. Sauna. Solarium. Puerta de servicio. Plaza Parking. 80.000 pesetas. Muebles aparte. Telf.: “o” Alquilo piso céntrico. 1 hab ventilada. Coc. Aseo. Urge hacer reformas. 20.000 ptas. Más traspaso. Llamar a… de 5h a 7h”.
Cuando logras dar con uno mediocremente aceptable, la voz al otro lado del hilo te comunica que el habitáculo en cuestión está enclavado en el Km. 600 de la carretera St. Cugat – Albacete.
La búsqueda se hace agobiante y el tiempo apremia. Mi nueva compinche sugiere que nos acerquemos a una agencia. Intento ponerle pegas, porque sé de quién viven este tipo de empresas y me jode regalar mi pasta a unos tipos que además no poseen ningún atractivo personal. Sin embargo, al ver los infructuosos resultados de nuestras gestiones, cedo. Nos presentamos pues en una de estas inmobiliarias. Nos recibe una corbata con una sonrisa de varios dientes de oro. Nos aprieta la mano calurosamente y nos saluda con tanto entusiasmo que por un momento pensé que debía de ser mi padre. Luego la corbata nos hace sentar en una de estas butacas que te hundes hasta llegar a la altura del suelo. Esperamos: cuando ya hemos ojeado seis veces los Triunfos y Gacetas que se salvaron de la época de la Inquisición, aparece otra corbata que nos hace pasar a una especie de despacho con la foto de una mujer y seis niños repelentes enmarcada en oro y dispuesta encima de la mesa. Empezamos a estar hartas de tanto ritual y tanta hostia. Mientras le explicamos el motivo de nuestra visita, la corbata juega distraídamente con un bolígrafo de propaganda. Pero cuando se hace una pausa en la conversación aprovecha para hablar de lo que le interesa.
“Bien, ¿cuánto estaríais dispuestas a pagar?” (adviértase el empleo respetuoso de la fórmula de cortesía).
Se lo decimos sin pensárnoslo mucho. Su cara cambia y sus manos hacen un ademán de impotencia. Nos dice que a este precio no vamos a encontrar nada. Nos cita ejemplos. Nos inunda con anécdotas. Se deshace en gestos y chistes tan escalofriantes que me entran unas ganas locas de pegar una patada en la mesa y hacer saltar el enjambre de ceniceros –todos horrendos-, bolígrafos, pisapapeles y sobre todo ese atentado a la estética que supone la foto familiar enmarcada en oro. Doy un toque a Anna y levantándome le corto:
“Entonces, si no puede facilitarnos lo que necesitamos será mejor que nos larguemos”.
Igual que empujada por un resorte, la corbata salta de la silla y por un instante creí que se daría de cabeza contra el techo para luego rebotar contra la pared, pero desgraciadamente su pirueta se redujo a un salto de unos cuantos cms. por encima del nivel del mar. Seguidamente empezó a murmurar ratificaciones y contradicciones, y que por probarlo no perdíamos nada. A pesar de que nos habíamos vuelto tan escépticas al respecto como un gitano pidiendo un crédito en una caja de ahorros, no pudimos deshacernos de aquel pulpo sin haber rellenado sendas fichas de dimensiones y extensión parecidas a la de una instancia ministerial.
Article aportat per VEI
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