dimecres, 27 de gener del 2010

ARQUITECTOS "VEDETTE"

LA VANGUARDIA, 29/11/2009
(POR DANIEL ARASA)

Dudo que Pasqual Maragall, Joan Clos o Jordi Hereu hayan pisado las aceras del puente del arquitecto Santiago Calatrava junto a la futura estación de la Sagrera en día de lluvia o en las primeras horas de una mañana invernal. Resbalan como el cristal. Es un puente magnífico, en mi opinión, y me encanta el diseño de las obras de Calatrava, pero la practicidad deja que desear. Se construyó orientado a la foto olvidando que los peatones han de transitar sin peligro serio e inmediato de romperse la crisma.

Es una muestra elemental, mínima, de la huella de los arquitectos estrella en Barcelona y en otras muchas ciudades. Conseguir la obra de un arquitecto vedette ha constituido una obsesión de bastantes políticos y directivos de empresa en las últimas décadas. Un vedetismo que ha generado obras audaces y a menudo atractivas, pero a la vez una arquitectura autista, ensimismada, orientada a la exaltación narcisista del autor o quizás del político o dirigente empresarial que lo contrató, nada pensada para la vida, para los ciudadanos, para ser útil. Las alabanzas del turista a las siluetas de determinados edificios discurren a menudo en paralelo a las quejas de los usuarios de los mismos por la falta de practicidad. La arquitectura se convirtió en un espectáculo. Y además muy caro porque el sobrecoste de ciertas obras de las vedettes se disparó hasta niveles inverosímiles.

No es fenómeno del todo nuevo. Algunos reyes hicieron de la arquitectura muestra de sus grandezas. O un edificio ya antiguo como el Walden 7, en Sant Just Desvern, obra de Ricardo Bofill, fue en su momento una muestra del trabajo de galería, porque no se pensó para que allí vivieran familias, aparte de que su mantenimiento posterior ha costado una fortuna, incluidas aportaciones públicas.


De los arquitectos decía Pasqual Maragall en su etapa de alcalde que eran "los poetas de nuestro tiempo". Nombres como Norman Foster, Jean Nouvel, Richard Rogers, Arata Isozaki, Frank Gehry, Peter Einseman, Renzo Piano y otros, junto a españoles como Santiago Calatrava, Rafael Moneo o Ricardo Bofill, han ascendido a los altares de esta nueva poesía que sustituye papel y tinta por vigas de acero, hormigón y cristaleras.

Pero llegó la crisis económica.. Las administraciones públicas están sin blanca y endeudadas, y muchísimas empresas lo pasan mal. Nadie se libra de sus efectos, que se prevén duraderos. La estrechez generalizada ayudará a desterrar parte de aquella costosa banalidad arquitectónica, rebajar conductas ególatras y megalomanías. No es incompatible buen diseño, ahorro y sentido práctico. Si los arquitectos estrella no se adaptan quizás lo suyo no será crisis, sino naufragio.

Article aportat per VEI