DESDE hace más de 25 años que practico el nudismo playero, también mal llamado naturismo y hasta «desnudismo», como escuché una vez en la playa. El tema me viene de familia, y al descubrir que en mi propia ciudad podía hacerlo sin problemas (en mi Chile de origen estaba penado por la ley), más me enamoré en su momento de esta Barcelona moderna y tolerante.
Pero ahora se me acabó el chollo. Durante más de una década, el final (o el comienzo, según se mire) de la playa de San Sebastián, en la Barceloneta, los nudistas encontramos un lugar para disfrutar del mar tal y como Dios nos puso en el mundo. Sin lugar a dudas esa playa era de un indudable atractivo: esporádicos mirones no faltaban, pero eran los menos y poco importaba, ya que los usuarios del lugar nos concentrábamos en nuestra placentera actitud. La verdad es que el personal era de lo más variopinto; desde familias con niños pequeños -pijos, gente corriente, dependientas del mercado- hasta voluptuosos travestis y «guiris» durmiendo la mona, desde músicos de la Orquestra del Liceu hasta directores y actores de cine y teatro... El sol y el mar eran el único reclamo para una heterogénea y silenciosa audiencia.
Durante el invierno el nudismo se esconde bajo el bañador. Hace años que me inscribí en una piscina -que me ha obligado a practicar el traumatólogo, ya que el ordenador ha acabado por fastidiarme ciertas vértebras- que está, precisamente, frente a la que era mi playa. Digo era, porque hasta ese rincón de la ciudad medio abandonado por la civilización han llegado palmeras (hay un jardinero que se ha vuelto rico llenando Barcelona de estos árboles), cemento y turistas de cruceros. La «culpa» la tiene el horrible hotel vela de Ricardo Bofill. Para acceder a ese coloso de vidrio se ha urbanizado completamente ese extremo de la playa con un paseo, luminarias y las dichosas palmeras, que sólo agradecen los miles de periquitos que desde hace unos años conviven con los barceloneses en plena libertad. A los nudistas nos han arrinconado en una playa estrecha, semiescondida, vergonzosa. Un motivo más para el desencanto. Ya no tendremos a la Fernanda ofreciendo a grito pelado «¿quién quiere papas con alioli?» ni a la Violeta intentando vender sus discos de canción andaluza.
Un hotel de lujo como los que hay en cualquier ciudad del mundo se ha llevado por delante uno de los aspectos únicos que tenía Barcelona.
Publicat en el ABC
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1 comentari:
La verdad es que esta nueva obra arquitectónica que, eso dicen, va a engrandecer todavía más la reputación de bcn, tiene poco de bueno para nosotros -si es que tiene algo-. No es el nuevo icono, es la nueva verguenza, nos tapa el viento y el sol en la playa, nos deja sin ver la luz de poniente, han destrozado la playa para construirlo, han vallado el CNB dejando a los socios como si estuvieran en Guantanamo Bay, con una valla de 2 metros de altura, para burlar la ley de costas, han construido un espigon artificial que destroza el fondo marino y nos deja sin olas, lo han copiado del de Dubai, construyen un centro comercial que ya me explicaras quien va a ir, ¿hace falta decir algo más?, ....
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